MEMORIA DE TRABAJO

En lugar de ver la memoria de corto plazo como estación de paso
independiente a la que llegan los recuerdos, ya sea para desvanecerse
o para pasarse a la memoria de largo plazo, muchos
teóricos contemporáneos de la memoria la conciben como algo
mucho más activo. Según este punto de vista, la memoria de
corto plazo es como un sistema de procesamiento de la información
que maneja el material nuevo recabado de la memoria sensorial
y el material viejo que ha sido traído del almacén de largo
lazo. En este planteamiento que ejerce cada vez más influencia,
la memoria de corto plazo se conoce como memoria de trabajo
y se define como un conjunto de almacenes temporales de la
memoria que manejan y repasan en forma activa la información
(Bayliss et al., 2005a, 2005b; Unsworth y Engle, 2005).


Se considera que la memoria de trabajo contiene un procesador
ejecutivo central que participa en el razonamiento y la
toma de decisiones. El ejecutivo central coordina tres sistemas
distintos de almacenamiento y repaso: el almacén visual, el almacén verbal y la memoria episódica.
El almacén visual se especializa en la información visual y espacial, en tanto que el
almacén verbal mantiene y maneja el material relacionado con el habla, las palabras y los
números. La memoria episódica contiene información que representa episodios o sucesos
(Baddeley, 2001; Martin, 2005; Bröder y Schiffer, 2006; véase figura 4).


La memoria de trabajo es un “espacio de trabajo” activo en el que la información se recupera y
maneja, y en el cual la información se mantiene por medio del repaso (Gathercole y Baddeley, 1993). Consiste en un “ejecutivo central” que coordina el almacén visual (que se concentra en la información visual y espacial), el almacén verbal (que se concentra en el habla, las palabras y los números) y la memoria episódica (que representa los episodios o sucesos que se encuentran). (Fuente: Adaptada de Baddeley, Chincotta y Adlam, 2001.)

La memoria de trabajo nos permite mantener brevemente la información en un estado
activo para que podamos hacer algo con ella. Por ejemplo, nos valemos de la memoria de
trabajo cuando realizamos mentalmente un problema aritmético de varios pasos, almacenando
el resultado de un cálculo cuando estamos preparados para avanzar al siguiente
paso. (Yo recurro a mi memoria de trabajo al determinar una propina de 20% en un restaurante,
calculando primero el 10% de la cuenta total y luego duplicando el resultado).

Aunque la memoria de trabajo ayuda en el recuerdo de la información, utiliza una
cantidad significativa de recursos cognitivos durante su operación. A su vez, esto puede
hacernos menos conscientes de nuestro entorno; algo que tiene repercusiones en el debate
sobre el uso de los teléfonos celulares en los automóviles. Si una conversación telefónica
exige pensar, esto abrumará la memoria de trabajo y hará que los conductores sean menos
conscientes de su entorno, una situación obviamente peligrosa (Sifrit, 2006; Strayer y
Drews, 2007).

Además, el estrés reduce la eficacia de la memoria de trabajo, pues mengua su capacidad.
De hecho, en un estudio se descubrió que los estudiantes que tenían la mayor capacidad
de memoria de trabajo y la capacidad matemática superior, eran los más vulnerables
a la presión para desempeñarse bien. Los que debieron desempeñarse mejor, entonces,
fueron los que tenían más probabilidades de atorarse en la prueba porque el estrés redujo
sus capacidades de memoria de trabajo (Beilock y Carr, 2005; Carey, 2005).



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