Memoria de corto plazo


Dado que la información que se almacena brevemente en la memoria sensorial consiste en
representaciones de estímulos sensoriales en bruto, no es significativa para nosotros. Para
que le demos sentido y posiblemente la retengamos, la información debe transferirse a la
siguiente etapa de la memoria: la memoria de corto plazo. La memoria de corto plazo es el
almacén de la memoria en el que la información tiene significado por primera vez, aunque
la duración máxima de retención es ahí relativamente corta (Hamilton y Martin, 2007).
El proceso específico por el que los recuerdos sensoriales se transforman en recuerdos
de la memoria de corto plazo no está claro. Algunos teóricos señalan que la información se
traduce primero en representaciones gráficas o imágenes, y otros especulan que la transferencia
se da cuando los estímulos sensoriales se convierten en palabras (Baddeley y Wilson,
1985). Sin embargo, lo que sí está claro es que a diferencia de la memoria sensorial, que
mantiene una representación del mundo relativamente completa y detallada —aunque sea
de corta duración, la memoria de corto plazo posee capacidades de representación
incompletas.

De hecho, la cantidad específica de información que puede mantenerse en la memoria
de corto plazo se ha identificado en siete elementos, o “segmentos”, de información, con
variaciones de más o menos dos segmentos. Un segmento de información es un conjunto
significativo de estímulos que pueden almacenarse como una unidad en la memoria de
corto plazo. Según George Miller (1956), un segmento de información puede contener
letras o números individuales, lo que nos permite retener un número telefónico de siete
dígitos (como 226-4610) en la memoria de corto plazo.


Examine el tablero de ajedrez que contiene las piezas durante unos cinco segundos y, luego, cubriéndolo, trate de trazar las posiciones de las piezas en el tablero vacío. (También podría utilizar un tablero de ajedrez propio y colocar las piezas en las mismas posiciones). A menos que sea un jugador de ajedrez experimentado, es probable que se le dificulte mucho realizar una tarea así. Sin embargo, los maestros de ajedrez los que ganan torneos pueden hacerlo bastante bien (deGroot, 1966). Son capaces de reproducir correctamente 90% de las piezas en el tablero. En comparación, los jugadores de ajedrez sin experiencia por lo general logran reproducir sólo 40% del tablero apropiadamente. Los maestros de ajedrez no poseen una memoria superior en otros aspectos;
generalmente, obtienen puntuaciones normales en otras mediciones de la memoria. Lo que pueden hacer mejor que otros es ver el tablero en términos de segmentos de información o unidades significativas y reproducir la posición de las piezas de ajedrez recurriendo a esas unidades.

Pero un segmento de información también puede consistir en categorías más grandes,
como palabras u otras unidades significativas. Por ejemplo, considere la lista siguiente de
21 letras:


Dado que la lista excede los siete fragmentos de información, resulta difícil recordar las
letras después de una sola exposición. Pero suponga que se presentan de la siguiente
manera:


En este caso, aunque aún hay 21 letras, usted ha logrado almacenarlas en la memoria de
corto plazo porque representan sólo siete segmentos de información.
Los segmentos de información varían en cuanto a tamaño, desde letras o números
aislados hasta categorías que son bastante más complicadas. La naturaleza específica de lo
que constituye un segmento de información varía según la experiencia pasada de cada
quien. Puede comprobar esto usted mismo probando con un experimento que se realizó
inicialmente como una comparación entre jugadores de ajedrez expertos e inexpertos y que
se ilustra en la figura 3 (deGroot, 1978; Ross, 2006; Oberauer, 2007).
Aunque es posible recordar siete conjuntos de información relativamente complicados
que entran en la memoria de corto plazo, la información no puede retenerse ahí por mucho
tiempo. ¿Qué tan breve es la memoria de corto plazo? Si alguna vez ha visto un número
telefónico en un directorio, lo ha repetido para sí, ha cerrado el directorio y luego ha olvidado
el número después de haber marcado los primeros tres dígitos en su teléfono, sabe
que la información no permanece en la memoria de corto plazo por mucho tiempo. La
mayoría de los psicólogos consideran que la información en la memoria de corto plazo se
pierde después de unos 15 a 25 segundos, a menos que se transfiera a la memoria de largo
plazo.

 Repaso 

La transferencia de material de la memoria de corto plazo a la memoria de largo plazo
procede en buena medida sobre la base del repaso, la repetición de información que ha
entrado en la memoria de corto plazo. Con el repaso se logran dos cosas. En primer lugar,
mientras se repita la información, ésta se mantiene en la memoria de corto plazo. Sin
embargo, lo más importante es que el repaso nos permite transferir la información a la
memoria de largo plazo (Kvavilashvili y Fisher, 2007).
Que la transferencia se haga de la memoria de corto plazo a la de largo plazo es algo
que al parecer depende en buena medida del tipo de repaso que se realice. Si la información
se repite simplemente una y otra vez —como haríamos con un número telefónico
mientras vamos del directorio al teléfono—, se mantiene momentáneamente en la memoria
de corto plazo, pero no se coloca necesariamente en la memoria de largo plazo. En cambio,
tan pronto como dejemos de pulsar los dígitos en el teléfono, es probable que al número lo
reemplace otra información y se olvide por completo.
En contraste, si la información en la memoria de corto plazo se repasa mediante un
proceso llamado repaso elaborativo, es mucho más probable que se transfiera a la memoria
de largo plazo. El repaso elaborativo ocurre cuando la información se considera y organiza de
algún modo. La organización podría consistir en ampliar la información para hacer que
encaje en un marco lógico, relacionándola con otro recuerdo, convirtiéndola en una imagen
o transformándola de alguna otra forma. Por ejemplo, las verduras de una lista que deben
comprarse en una tienda podrían tejerse juntas en la memoria como los artículos utilizados
para preparar una ensalada compleja, podrían relacionarse con artículos que se han comprado
en un mandado anterior o podrían pensarse en términos de la imagen de una granja
con hileras de cada artículo.
Al recurrir a estrategias organizacionales como éstas —llamadas nemónicos— podemos
mejorar muchísimo nuestra retención de la información. Los nemónicos son técnicas formales
que sirven para organizar la información en una forma que haga más probable
recordarla. Por ejemplo, cuando un músico principiante aprende que las líneas del pentagrama
forman la palabra inglesa FACE, o cuando aprendemos
la rima “treinta días tiene septiembre, abril, junio y
noviembre…”, estamos utilizando nemónicos (Bellezza, 2000;
Carney y Levin, 2003; Sprenger, 2007).



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